UNO DE CADA CINCO PROFESORES PADECE ESTRÉS O ANSIEDAD

Los trabajadores de Educación Primaria y Secundaria, principales víctimas

 

DIA MUNDIAL DEL DOCENTE.- Hoy es el Día Mundial del Docente, una profesión que, en España, agrupa a cerca de 600.000 trabajadores. Uno de cada cinco sufre problemas de estrés o de ansiedad. Los sindicatos del sector denuncian la poca sensibilidad de la Administración ante el problema y exigen que se plasme en el mundo de la enseñanza la Ley de Prevención de Riesgos Laborales. Los psiquiatras indican que este tipo de dolencias incide más en los profesores de Primaria y Secundaria y que redunda en la calidad de la educación

PEDRO SIMON

MADRID.- Entre la luz mortecina del aula y el deslumbrante despacho del director. Entre las visitas de los padres y las escapadas de los alumnos. Entre el corregir de los exámenes y el desgañitarse de las clases, hay una bisagra que chirría.

Hablamos de la salud mental de los profesores españoles. Hablamos del estrés, de la depresión y de la ansiedad: uno de cada cinco docentes renquea en la asignatura más dura del otoño. El llamado síndrome de Burnout (o «de estar quemado») se ha colado por la puerta del instituto. Que llamen a seguridad.

«Es una alteración que se manifiesta más en los docentes de Infantil, Primaria y Secundaria que en los universitarios», explica el profesor Juan José Miguel Tobal, presidente de honor de la la Sociedad Española para el Estudio de la Ansiedad y el Estrés. «Equivaldría a la sensación que tiene quien está picando una piedra demasiado dura y no consigue romperla, alguien que quiere cambiar un sistema y no lo logra, haga lo que haga».

Los datos oficiosos del Consejo Escolar del Estado señalan un grupo de riesgo del 21% en un sector que agrupa a casi 600.000 profesionales. Por sus síntomas los conoceréis: agotamiento psíquico y físico, actitud fría, sensación de inadecuación, de no valer.

Los encargados de impartir los master universitarios en la materia no dan abasto. Cada vez hay más mercado. Si en los 80 se demandaban cursos para reducir la ansiedad de los alumnos, con la llegada de los 90 se ha disparado una nueva demanda en los centros escolares: las terapias para combatir el estrés del docente. ¿Qué hacer?

Los expertos indican varios desencadenantes que acechan a la vuelta de la esquina. Los horarios, la falta de medios para acometer las continuas reformas, el desprestigio social...

«Da la impresión de que la capacidad de educar en los hogares fuera cada vez menor», dice Rafael Villanueva, responsable de salud laboral de la Federación de Enseñanza de CCOO. «La familia tiene tendencia a descargar su responsabilidad y sobrecargar al docente. Conclusión: el profesor está desorientado sobre su rol. Se pregunta: "¿Qué esperan de mí"». Todo. Demasiado.

Un mal de todos

La atolondrada sociedad del nuevo milenio tendrá que lidiar el asunto como buenamente pueda. Se juega su futuro. Desde España hasta Suecia, desde el Reino Unido hasta Hungría, ha llegado la hora, dicen los psiquiatras, «de mimar a los educadores».

Según cifras de la Organización Internacional del Trabajo, el 27% de los enseñantes de Estados Unidos tiene problemas crónicos de salud debido a su empleo. Otro 40% toma medicamentos para reducir los perniciosos efectos de enfrentarse a un aula que responde y a un padre que pregunta. En Alemania, uno de cada dos educadores está en riesgo de sufrir un ataque cardiaco...

Desde la óptica social, las soluciones aportadas por la comunidad educativa apuntan a zarandear las conciencias, a devolver el prestigio a uno de los trabajos más relevantes de la cultura moderna.

Desde el prisma estrictamente laboral, llueven las ideas: bajar el número de alumnos por clase, intentar buscar un tipo de trabajo menos estresante a partir de los 55 años y, por supuesto -ya estamos en España-, hacer cumplir lo estipulado en la Ley de Prevención de Riesgos Laborales.

Cuatro años después de su puesta en marcha, sus efectos no se han trasladado al mundo de la enseñanza. «La ley sigue sin desarrollarse y no se reconocen las enfermedades profesionales», señala Augusto Serrano, portavoz del Sindicato de Trabajadores de la Enseñanza. «Sólo hemos tenido dos reuniones con el MEC y se da la circunstancia de que, hoy en día, si un profesor pierde la voz y se tiene que jubilar, no se le remunera como si se hubiera jubilado por una enfermedad laboral».

Las turbulencias de un sistema que fustiga al que enseña recaen, de alguna manera, en quien aprende. «Un docente quemado no es un buen transmisor», explica Tobal. «A veces les piden cosas para las que nadie los ha formado. Un profesor de Química amigo mío me decía que un día le fue una niña de 15 años, embarazada, y se le puso a llorar, le dijo que sus padres no sabían nada y que qué hacía... Desde aquello, él ya no ha podido dormir como antes».

El Mundo, 5-10-99

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